Acercarse una mañana de domingo a la Plaza Mayor es reencontrarse con un viejo conocido, el Mercado de Filatelia, que volvió con la llegada de febrero con una nueva ubicación temporal junto a la estatua de Felipe III y una imagen renovada, más homogénea, con sombrillas y mesas para una mejor exposición de esos pequeños tesoros que muestra: sellos, monedas, billetes, tarjetas… Y dados los tiempos que vivimos, mayor separación entre los puestos, control de aforo, vallado perimetral y gel hidroalcóholico en la entrada y en muchos de los puestos para la seguridad de todos.
Dejaron atrás los soportales para ‘tomar’ el centro de la plaza, a la sombra de Felipe III, una ubicación que ocuparán hasta noviembre y que facilita esa necesidad de guardar distancias que ha impuesto la pandemia.
Casi un siglo de historia
La vuelta del Mercado de Filatelia ha supuesto continuar una tradición de casi un siglo. Fue hace 94 años, en 1927, cuando los apasionados por los sellos, billetes, monedas, postales…, que habían empezado a encontrarse casi de forma espontánea en la plaza de España, decidieron mudarse a la Plaza Mayor. Al fin y al cabo, estaba igualmente céntrica y tenía unos históricos soportales en los que refugiarse de las inclemencias del tiempo y en los que seguir alimentando una afición que era relativamente reciente.
Los bombardeos que sufrió Madrid durante la Guerra Civil obligaron a esos apasionados filatélicos a buscar otros lugares (la plaza de Roma, por ejemplo) pero acabaron retornando a la Plaza Mayor una vez concluido el conflicto. Y esa búsqueda del tesoro se convirtió en rutina dominical para muchos. Tanto que, rozando la década de los 60, el Ayuntamiento decidió poner orden y dar respuesta a la demanda del Sindicato de Papel, Prensa y Artes Gráficas que reclamaba un permiso para poder tener puesto en la plaza y controlar esa anárquica venta ambulante. Aquella normativa se difuminó con el tiempo y ahora, desde la Junta Municipal de Centro, ya se ha iniciado el proceso de legalización para darle la estabilidad jurídica necesaria y seguir manteniendo esa tradición que comparte el protagonismo de los domingos madrileños con otro de los mercadillos icónicos, El Rastro.
En 1961, coincidiendo con la celebración del cuarto centenario de la capitalidad, la Plaza Mayor vivió una profunda remodelación que la acercó a su imagen actual. Entre los cambios, el enlosado sustituyó al jardín tradicional y en ese espacio diáfano el 30 de mayo de 1962, el teniente de alcalde de Madrid, José Soler y Díaz Guijarro, cortaba la cinta inaugural de la I Feria Nacional del Sello. Eran 34 casetas filatélicas, que representaban las capitales de provincia. La cita nacional de filatélicos y numismáticos había encontrado su emplazamiento. De eso hacen más de 50 ediciones.
Mercadillo con sello propio
Fue, precisamente en la edición de 1977 cuando Correos emitió un sello conmemorativo del medio siglo de existencia del mercadillo. Era el homenaje y el reconocimiento que le hacía la Feria Nacional del Sello a esa idea espontánea de unos ‘locos’ por los sellos y las monedas, que había hecho arraigar la filatelia en nuestro país.
Cuando se emitió ese sello propio, habían pasado ya 127 años desde la aparición de los primeros sellos españoles, cinco ejemplares de distinto franqueo con la imagen de la reina Isabel II, emitidos el 1 de enero de 1850. Desde entonces es Correos quien los emite y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre la que los imprime. Son, más allá de objetos de coleccionismo, un elemento de la soberanía nacional y parte de la memoria de nuestro país, puesto que a través de ellos podemos ‘leer’ nuestra historia al encerrar la conmemoración de hechos y personajes que han dejado en ella su huella.
Una afición joven
La introducción de los sellos para el franqueo de la correspondencia se había iniciado en 1840 en Inglaterra, con la emisión del Penny Black o penique negro, el primer sello de la historia. Tres años después, en 1843, se sumó el cantón suizo de Zurich y ese mismo año también empezó Brasil. Pronto se sumarían Bélgica, Francia, Alemania, Austria, España…
Al poco tiempo de la emisión del Penny Black, un oficial del Museo Británico, el doctor John Edward Gray, empezó a buscar y a atesorar esas estampillas…, sembrando así la semilla del coleccionismo filatélico, que se extendió tan rápido como la propia emisión. Así, Viena acogió en 1890 la primera exposición filatélica y en nuestro país, dos años antes, había nacido en Barcelona la primera sociedad filatélica de España.
El sello había pasado rápidamente de ser un simple medio de pago del servicio postal a un tesoro de coleccionista. Y la Plaza Mayor madrileña sigue siendo uno de los mejores lugares para emprender cada domingo esa búsqueda.