Son la banda sonora cada 22 de diciembre en millones de hogares de nuestro país. También en bares, restaurantes y en todos los lugares donde haya una tele o una radio encendida. Las voces de los niños de San Ildefonso ponen esta cantinela única, inconfundible, que acompaña toda la mañana de esta fecha marcada por sueños y deseos.
Para los niños y niñas de la suerte, esta mañana es, además, una prueba de nervios a flor de piel ante millones de espectadores ya que el seguimiento del sorteo es el evento que más medios de comunicación aglutina, solo equiparable con unas elecciones generales.
Ismael Rastrelli lo sabe muy bien. Ahora, a sus 18 años, echar la vista atrás es dejar aflorar los recuerdos. Aunque era cantor de Lotería Nacional desde antes, comenzó a ser voz del 22 de diciembre en 2011. Participó en cinco sorteos navideños y dio dos veces la campanada. Dos fechas y dos números, grabados en su memoria: 2012, con el 76.058, y 2014, con el 13.437. “Guardo recuerdos muy bonitos, pues todos éramos un equipo tanto fuera como dentro del escenario”, explica con añoranza. “Vivir todo aquello fue, hasta hoy, la mejor experiencia que he tenido y me encantaría poder volver a vivirla de nuevo”.
Preparando la voz
“Los ensayos comenzaban dos meses antes, sobre principios de octubre”, relata. En función de la veteranía y la experiencia, los niños y niñas pueden ser extractores, cantores de premios o cantores de número. “Estos son los más difíciles porque tienes que saber cómo entonar todos los números del 0 al 99.999 e intentar no desafinar y cantarlo correctamente”.
“Lo más emocionante -añade- eran las últimas semanas y, aún más, el día de antes, ya que íbamos a hacer un ensayo general al mismo Teatro Real y ya te hacías una idea de cómo iba a ser el sorteo de verdad”.
Anécdotas memorables
Anécdotas y recuerdos se acumulan. “¡Tenemos tantas, sobre todo, causadas por los nervios!”. Y muchas otras, marcadas por la reacción memorable de ese público, que al principio tanto impone, pero luego siempre los arropa. Por ejemplo, cuando con sus aplausos sacaron del apuro a una compañera atascada sin poder leer el número, o, con sus abucheos, atajaron la manifestación que trataba de romper el sorteo. “Es realmente bonito y un gesto muy humano por parte de todos”, confiesa.
“También están los que todos los años van disfrazados y te echas unas risas en la cabeza mientras los ves… Esos nos hacen el sorteo muy ameno”, bromea.
«El momento ha llegado, ya no hay vuelta atrás»
Es una carrera de nervios. La noche previa al sorteo, es difícil conciliar el sueño. “En realidad, todos pensamos en el sorteo y en nada más esa noche y las siete anteriores”.
Diez minutos antes de salir al escenario hay que prepararse con los compañeros para el cambio de equipo. Los nervios bullen. “Cuando escuchas los bombos girar detrás de ti y, sobre todo los últimos segundos en los que ya han parado y escuchas la bola caer poco a poco hasta tu copa para luego recogerla y empezar a cantar el número, son interminables y cuando más nervioso te pones. Ya no es un ensayo, ya es real. Estás ahí, te ve todo el mundo. No hay vuelta atrás. A partir de las primeras bolas, el resto es coser y cantar”.
Rastrelli narra también una serendipia memorable. En las dos ocasiones en las que cantó el Gordo, lo había hecho también del día anterior durante los ensayos. “Es una coincidencia increíble”, cuenta aún con asombro.
Residencia internado San Ildefonso, institución social y educativa en Madrid
Los niños de San Ildefonso llevan más de dos siglos cantando la Lotería Nacional. El primero sorteo en el que participaron como extractores fue el del 9 de marzo de 1771. Hasta 1983, solo cantaban varones. A partir de 1984, también las niñas comenzaron a repartir suerte.
En el internado hay alrededor de sesenta menores y, de ellos, la mitad participa como actividad extraescolar en la preparación para los sorteos de lotería, tanto nacional como la extraordinaria de Navidad. Lo hacen a partir de los 8 ó 9 años de forma voluntaria. “Los más pequeños son muy chiquitines, y luego a los mayorcitos, les ha cambiado la voz”, explica Charo Rodríguez, directora de la Residencia Internado San Ildefonso.
Para actuar en los sorteos, se selecciona a quienes tienen buen timbre de voz y una pronunciación clara. Luego entrenan para leer con facilidad y rapidez los números y para manejar bien las bolas.
Alonso, uno de los cantores de este año, pasó la prueba. “Lo hice bien, me seleccionaron y estoy muy contento”. Si le tocara la lotería, “haría un viaje, compartiría con mis hermanos y mi madre y donaría un poco a los internados y a los señores pobres”. También Samuel piensa en sus hermanos y “en las personas que necesitan dinero”.
A Noura la cogieron tras el ensayo realizado “para ver si nuestras voces pegaban”. Ya cantó El Gordo el año pasado. “Sentía muchísima emoción y alegría. Salió en la primera tabla y no me lo esperaba. Me puse muy nerviosa”, recuerda.
Yanisse sueña con cantar el Gordo de Navidad porque, aunque ha cantado otros, “nunca el de cuatro millones de euros”. Para ella es su tercer año. “El primero estaba muy nerviosa; el segundo menos, porque ya controlaba la situación, y este, el tercero, estoy muy feliz”.
“Este año, debido a la pandemia, participan 19 niños y niñas. La ausencia de público y medidas como mamparas de seguridad son otros de sus efectos colaterales. Además, solo podrán quitarse la mascarilla, en el momento de cantar la tabla”. Lo cuenta con resignación la directora esta residencia que, junto al colegio homónimo, es la institución dedicada a la infancia más antigua de Madrid, con más de 400 años de existencia.
Ubicado primitivamente en el 3 de la carrera de San Francisco fue trasladado en 1884 a la calle de Alfonso VI. Sus objetivos son corregir las desigualdades sociales y educar y formar a niños y adolescentes. Sus primeras ordenanzas datan de 1600 y fueron escritas por Francisco de Monzón, secretario del Ayuntamiento, por encargo de la Corporación. Durante años atendieron a huérfanos de funcionarios públicos, aunque actualmente el alumnado lo componen niños preferentemente empadronados en Madrid.
Bolas de boj, números grabados con láser y otras curiosidades
¿Quién no ha pensado alguna vez que unas bolas pueden pesar más que otras? Pues sepan que todas ellas pesan exactamente lo mismo, pues llevan los números grabados a láser para evitar diferencias de peso por la cantidad de pintura que pudieran tener si no fuera así. Son de boj, una madera ligera y resistente. Y, ya saben, como afortunados con los millones hay pocos, la mayoría casi siempre se conforma diciendo que hoy es El día de la salud.