No es una cifra redonda pero casi. Un 1 de octubre de hace 89 años las mujeres en España consiguieron tener derecho a voto, requisito imprescindible para tener, con suerte, derecho a la voz más allá de las paredes de su hogar. Ese hito histórico en nuestro país está ligado a un nombre de mujer: Clara Campoamor, una madrileña nacida en febrero de 1888 en el barrio de Maravillas, hoy Malasaña, una de las primeras mujeres en ejercer la abogacía en España y luchadora tenaz por la igualdad y los derechos de la mujer.

Convertida ya en una tradición, ayer el Consejo de las Mujeres avivó como cada año su recuerdo con una ofrenda floral ante el busto situado en la plaza de los Guardias de Corps, en el mismo barrio que la vio nacer. Repasamos aquí el rastro que en la memoria madrileña tiene la sufragista. Una memoria tan viva que ayer, durante el homenaje, su busto se había calado una mascarilla morada.

Convicción y tenacidad

Conseguir en la década de los 30 del pasado siglo un derecho inalienable y hoy incuestionable fue una ardua labor. Se enfrentaba a quienes, desde un paternalismo endémico, argumentaban que la mujer no estaba aun preparada para asumir esa responsabilidad y a quienes temían el conservadurismo no exento de tintes religiosos presuntamente achacable a la mujer. Campoamor se enfrentó a todos y el 1 de octubre de 1931 defendió en las Cortes el sufragio femenino con un discurso que ha quedado para la posteridad. “No olvidéis que no sois hijos del varón tan solo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos”, recordaba a los diputados.

El sufragio femenino salió validado de esa sesión parlamentaria y Campoamor veía así recompensada una tenacidad que ella misma reconocía ante las Cortes:  “…es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza de igual modo que Beno colocó su espada para que se inclinara en favor del voto de la mujer”.

Clara Campoamor en Madrid

Madrid agradece cada año con flores ese legado de Clara Campoamor, quien, como subrayó Pepe Aniorte, delegado de Familias, Igualdad y Bienestar Social, “eligió una causa de absoluta justicia” y “consiguió el logro más importante de la historia del feminismo español: el derecho a voto”.

La memoria de Campoamor está fresca en Madrid. No solo ha dado nombre a una calle en Carabanchel, sino a distintos espacios municipales, monumentos, un premio también municipal e, incluso, la principal estación ferroviaria, Chamartín, que pasará a denominarse Chamartín-Clara Campoamor, como recientemente ha anunciado el Gobierno de la nación; además del monumento frente al Cuartel del Conde Duque, donde se celebra anualmente la ofrenda floral.

Desde 2006, el Ayuntamiento, coincidiendo con la celebración del 8 de marzo, entrega el  Premio Clara Campoamor en reconocimiento a quienes, a lo largo de su trayectoria, han destacado con sus aportaciones al avance de la igualdad de oportunidades. En sus tres lustros de existencia ha reconocido a periodistas como Victoria Prego o Isabel Gemio, científicas como Margarita de Salas, filósofas y ensayistas como Celia Amorós y pioneras como Patricia Ortega, primera mujer en acceder al rango de general del Ejército.

El distrito de Retiro tiene un centro sociocultural y además, desde hace dos años, convoca el Certamen Literario Clara Campoamor en las modalidades de poesía y relato corto. Su finalidad es fomentar la expresión y la creación artística entre la ciudadanía y en su primera edición se presentaron más de 200 obras.

Y para una luchadora por la igualdad, su nombre no podía faltar en los espacios de igualdad que tiene el Ayuntamiento, unas dotaciones que, desde que en 2005 se creara el primero, se han convertido en un recurso referente en la lucha por la paridad en la ciudad mediante la sensibilización y concienciación de la población y el trabajo continuado con la población joven. Hoy son ya 17 con el recientemente inaugurado en Barajas. Clara Campoamor da nombre al espacio de Villaverde.

Hace ya 48 años que esta luchadora falleció en Suiza, país en el que se exilió a causa de la Guerra Civil y al que retornó tras una década viviendo en Buenos Aires. Madrid conserva fresca su memoria.