Durante la época medieval, en la península ibérica se llegaron a construir cerca de 15.000 castillos y en la actualidad únicamente quedan vestigios de 1.500, de los que algunos solo conservan su planta o algún resto de muralla. En su término municipal, Madrid goza del privilegio de conservar dos de estos castillos.
En sus orígenes, fueron construcciones fortificadas para defender a sus habitantes de las diferentes guerras en la época feudal. Con el paso del tiempo, los nobles que los habitaron los enriquecieron para exhibir poder y riqueza, convirtiéndolos en residencias palaciegas.
El primero es de propiedad municipal, está situado en el distrito de Barajas y declarado Bien de Interés Cultural. El territorio en el que se asienta el Castillo de la Alameda tiene diferentes vestigios históricos desde la Edad del Bronce hasta la época romana. Durante la Edad Media, surgieron en dicha zona las aldeas de La Alameda y Barajas, siendo el lugar elegido para elevar este pequeño castillo en el siglo XV, junto al camino hacia Alcalá de Henares.
Construido por la familia Mendoza, el edificio corresponde a la arquitectura militar de la época. De planta rectangular y redondeada, en sus esquinas contaba con un foso defensivo. Posteriormente pasa a manos de la familia Zapata, que ostenta el ducado de Osuna y lo convierte en un palacio renacentista.
Entre sus diferentes hitos históricos, fue el refugio de los partidarios de Juana de Castilla, la Beltraneja; prisión de notables; lugar de descanso de grandes personalidades como el Duque de Alba o de la reina Margarita de Austria en su camino a Madrid, una vez casada con Felipe III. Tras sufrir un incendio, en 1697 queda definitivamente deshabitado y se van retirando piedras de sus paredes para utilizarlas en otros edificios cercanos. Durante la Guerra Civil, el castillo fue empleado como fortín.
El segundo, ubicado en el Soto de Viñuelas, es actualmente propiedad privada y se utiliza para la celebración de diferentes eventos sociales. Aunque en el límite del término municipal de Madrid, el Castillo de Viñuelas está integrado en el parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares, dentro de este espacio natural protegido.
Su primera edificación data de 1285, tras una donación del rey Sancho IV de Castilla. Durante el transcurso de los siglos, el castillo pasa constantemente por manos de nobles y reyes. En el siglo XVIII, se vuelve a levantar como un palacio fortificado, rematado por cuatro torres de gran tamaño. En la actualidad, en su fachada principal se conservan un escudo y un balcón corrido que corona el pórtico de la entrada.
Las puertas de acceso a Madrid
Como muchas otras ciudades, Madrid tuvo que amurallarse y construir puertas por donde controlar las entradas y salidas. Lo que en origen cumplía una función defensiva, con el tiempo fue convirtiéndose en una forma de recaudar impuestos y mantener la seguridad de sus habitantes.
Llegada la época de la Ilustración, los monarcas fueron modificando esas pequeñas puertas, convirtiéndolas en auténticos arcos de triunfo con los que conmemorar diferentes acontecimientos reales o demostrar a propios y visitantes su poder y su gloria, utilizando toda la simbología e imaginería real tanto en la arquitectura como en los conjuntos escultóricos que las coronaban o que se colocaban en los dinteles de sus respectivos arcos.
La más famosa y fotografiada de todas ellas fue diseñada por Francesco Sabatini e inaugurada en 1778, la Puerta de Alcalá se erigió por orden de Carlos III para conmemorar el inicio de su reinado. Este proyecto sustituía a la anterior, realizada a finales del siglo XVI y cuyo camino se dirigía hacia Alcalá de Henares, de donde toma su nombre.
A diferencia del resto de las puertas, la de Alcalá presenta cinco arcos en lugar de tres. Los centrales utilizados para la entrada de carruajes, mientras que los laterales se emplearían para el paso de peatones.
De estilo neoclásico y construida con granito, este icono madrileño fue el precursor del Arco del Triunfo de París o de la Puerta de Brandemburgo de Berlín. Con dos fachadas diferentes, en su cara interior están representadas las cuatro virtudes cardinales definidas por Platón: prudencia, justicia, fortaleza y templanza o moderación. En su lado exterior, preside el escudo real, visible para todos los que accedían por esta entrada de la ciudad.
Contemporánea de la anterior, la Puerta de San Vicente se construye por indicación del monarca en su empeño por embellecer el camino comprendido entre dos reales sitios, el Palacio Real y el Palacio de El Pardo. Recibe su nombre por el santo que adornaba y presidía otra puerta predecesora.
Desmontada a finales del siglo XIX, la corporación municipal decide restablecer la antigua puerta y tras realizarse diferentes transformaciones, en el año 1994 comienza la restauración respetando el diseño de Sabatini.
Declarada en 1996 Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, la Puerta de Toledo se mandó construir para conmemorar la victoria frente a los franceses en la Guerra de la Independencia y la llegada de Fernando VII.
Diseñada por el arquitecto Antonio López Aguado, fue construida en 1827 con piedra de Colmenar y rematada en diferentes conjuntos escultóricos obra de Valeriano Salvatierra y Ramón Barba en uno de sus lados y en el opuesto, el emblema de la Villa de Madrid. Su resultado final es una magnífica muestra del neoclásico madrileño tardío.
La Puerta de Hierro es la más inaccesible por su ubicación en mitad de la M-30. Debido a la ampliación de esta vía, en la que se entrecruzan varias carreteras, fue necesario su desplazamiento de lugar, realizándose su traslado piedra a piedra.
Su construcción se inició en 1751 por orden de Fernando VI para impedir el acceso a un coto privado de caza situado en el monte de El Pardo. Diseñada por el arquitecto Francisco Nagle y ornamentada por Francisco Moradillo y el escultor Olivieri, es una muestra del arte barroco con influencias de las escuelas francesa e italiana. En la actualidad ha perdido la valla de piedra, ladrillo y alambre que rodeaba el perímetro de este enclave.