Un árbol caduco se desprende de sus hojas tras un ciclo de crecimiento y reproducción. En previsión del clima fío, ‘entra en hibernación’, en un estado de bajo consumo de nutrientes. Ahí es cuando se deshacen de sus hojas para reponer energías. Son algunas de las mínimas molestias. A cambio fertilizan la tierra, benefician la polinización y la absorción altas cantidades de CO2.
Y a cambio de todo esto y para favorecer la movilidad peatonal, el Ayuntamiento de Madrid intensifica su campaña de la hoja e incrementa medios. Marca récord de plantilla con 2.170 efectivos de calle frente a los de 1.900 del año pasado.
Los medios también se incrementan. Frente a las 91 máquinas barredoras y 14 camiones con dispositivo de aspiración de 2021; este año se suman 78 barredoras, 32 equipos aspiradores de hojas, 139 sopladoras, 35 barredoras eléctricas y 41 camiones compactadores más que la campaña anterior.
En total, y en cifras redondas, el operativo de este año contará con 137 barredoras, que podrán incrementarse en caso necesario hasta las 152, y estarán activas en tres turnos de trabajo. También integra más de 80 equipos aspiradores de hojas y 382 sopladoras. Un 15 % de las barredoras son eléctricas, un 56 % diésel Euro 6 y un 28 % GNC.
Este año se repite el servicio el barrido mixto dual. ¿Qué es? Un innovador sistema que utiliza agua a alta presión en vez de aire para poner las hojas al alcance de la barredora y así eliminar el polvo en suspensión y las molestias ciudadanas.
¿Durante cuánto tiempo estará activa la campaña? La duración estimada es de dos meses y medio, entre noviembre y febrero. Ahora bien, se adapta a la variabilidad del clima y a la intensidad de la caída. En años fríos, lluviosos y ventosos caen más rápidamente las hojas y la campaña es más corta por lo que se intensificarán los medios; mientras que en años cálidos y secos la caída es más lenta. En esos casos, la campaña se alarga y los medios se adaptan.
No hace falta que te confirmemos que este año ha sido cálido y es probable que la campaña se extienda en el tiempo, salvo que la intensidad del viento provoque una caída más brusca. Estos operativos tendrán un mínimo de 234 servicios diarios garantizados y, no obstante, se reservan jornadas que se distribuirán para abarcar todo el periodo necesario.
La recogida de hoja será diaria de lunes a domingo, y se programará de acuerdo con la acumulación o superficie afectada y con una antelación mínima de 48 horas, para que sea aprobada por los servicios municipales.
Si en alguno de tus paseos, observas acumulación de hojas en la vía, no dudes en notificar al Ayuntamiento el aviso de recogida a través de cualquiera de estos canales: 010; la aplicación ‘Avisos Madrid’, redes sociales de avisos del Ayuntamiento de Madrid y https://avisos.madrid.es.
Un árbol y diez kilos de hojas
Para hacernos una idea de la importancia de la campaña, hay que hacer el cálculo de lo que supone esa alfombra otoñal. Hay días en los que se llegan a recoger 33.000 kilos de hojas. Teniendo en cuenta que Madrid tiene cerca de 300.000 árboles repartidos en sus calles y que cada ejemplar pueda arrojar diez kilos, en los tres meses que dura la campaña, que se inició el pasado 26 de octubre, se pueden recopilar hasta tres millones de kilos.
Pie de foto: Operarios durante la retirada. Imágenes de la derecha, recursos de la planta de Migas Caliente donde la hoja limpia se convierte en compost.
Es la ‘cruz’ de ser una de las ciudades más arboladas del mundo, con más ejemplares de 210 especies distintas: desde la acacia del Japón, el árbol chino del barniz o el de la seda hasta el arce de Freeman y, por supuesto, el rey del arbolado madrileño, el plátano de sombra. Con más de 52.000 ejemplares plantados, el plátano de sombra está presente en muchas de las principales calles, enriqueciendo la estética de la ciudad y dando buena sombra mientras se mantiene frondoso, porque es uno de los primeros en perder la hoja. Por suerte, su composición permite su reutilización natural.
¿A dónde van las hojas?
Qué pasa luego, a dónde van esos millones de hojas marchitas. La respuesta es simple: se transforman en compostaje para abonar nuestras zonas verdes. Este proceso tiene lugar en la Planta de Compostaje de Migas Calientes, donde se tratan todos los restos vegetales para su posterior utilización como regeneradores y mejoradores de los suelos de parques y jardines.
Migas Calientes tiene su propia historia. Recibe su nombre de la finca sobre la que se asienta, situada entre la M-30 y el Manzanares, entre el Puente de los Franceses y Puerta de Hierro.Son terrenos que siempre estuvieron vinculados a la corona y a la nobleza madrileña. De hecho, en 1724, gracias a la donación de La Casa y Soto llamada de Migas Calientes por parte del boticario mayor Luis Rique al rey Felipe V, este espacio pasa a formar parte de las propiedades reales.
Años más tarde, en 1755, con Fernando VI, surgió la necesidad de contar con un jardín botánico, que se instauró enfrente de la llamada huerta de Migas Calientes, sembrada de frutales y plantas medicinales. El jardín, que se abastecía del arroyo de Cantarranas, ya contaba con 650 especies en 1772.
El artífice de esta proliferación de plantaciones fue su primer director, Joseph Quer y Martínez, quien traía plantas de sus viajes por todo el país, además de cultivar especies de todo el mundo en varios jardines repartidos por la ciudad que ya no existen.
Es ahí donde se encuentran los Viveros Municipales de Migas Calientes, un centro de producción en el que se cultivan árboles en tierra. La primera mención como semillero de este espacio data del siglo XVIII.
La hoja está recogida, es tiempo de compostar
La planta de compostaje fue inaugurada en 1997. En sus 14.000 metros cuadrados, se distribuye una gran plataforma de hormigón para evitar filtraciones al subsuelo que pudieran contaminar el cercano Manzanares.
Hagamos un recorrido para conocer el proceso de trasformación de los residuos. ¿Empezamos?
Nada más llegar y, tras pasar por la báscula, los restos orgánicos se filtran, se cortan las ramas excesivamente grandes, se retiran los no adecuados… Luego, en la desfibradora, son triturados para dejar la leña desgarrada y troceada en sentido de las fibras de la madera. El material resultante se amontona entre dos y cuatro días para que los microorganismos se aclimaten al nuevo medio y se multipliquen.
Una vez desfibrado, se coloca en grandes rectángulos de 25×35 metros en los que estará alrededor de cuatro semanas con una adecuada proporción de sustancias nutritivas -carbono y nitrógeno- para que los microorganismos existentes colaboren en la bioxidación del material y le aporten la humedad y la temperatura apropiada (puede alcanzar los 70 grados).
Al final de la fase anterior, las temperaturas bajan y los residuos inician una fermentación lenta de hasta seis meses en la que la temperatura y el oxígeno se controlan mediante sondas manuales y se airea la masa para aportar oxígeno, acelerar la fermentación y obtener un biocompost homogéneo.
De ahí a la zona de cribado, donde se utilizan normalmente calibres de 10, 15 o 20 milímetros en función del destino final del compost. Al final se aprovecha íntegramente toda la materia prima que entra en la planta.
Ahora ya sabes a dónde van las hojas secas de los árboles madrileños: sirven para hacer compost y regresan, de nuevo, a nuestros parques en forma de abono natural. Quizá no sea un final tan romántico como el que podría evocarnos el otoño, pero es un destino mucho más sostenible.